El infalible sistema de cobro de March
Durante la Guerra de Marruecos don Juan March y su
socio Jorro (en el negocio de las armas) suministraron 
gran cantidad de rifles a Abd-el-Krim, Juan March
conocía bien a los moros y sabia que no eran de fiar, por
tanto ideo un sistema infalible para cobrar y evitar que
las cabezas de sus hombres rodasen por el desierto
(como ocurrió en una ocasión): 
Los hombres de su organización abrían las cajas en alta
mar y quitaban las agujas de los percutores a los rifles
“mauser” (sin los cuales, aquellas armas eran totalmente inútiles), y una vez
en tierra, el convoy se dirigía a un punto de encuentro preestablecido (el
contacto se había llevado a cabo por medio de códigos cifrados ideados por
Juan March) y se procedía al intercambio de los rifles por el precio
preestablecido, generalmente en oro. 
Cuando los hombres que habían efectuado la entrega de
los rifles habían regresado con el oro al barco, se
ordenaba la salida de una barca con las agujas de los
percutores hasta la costa y allí la entregaban a los
insurrectos.
Con esta estrategia aparentemente simple, Juan March
a la vez que aseguraba el cobro salvaguardaba la vida
de sus hombres evitando tentaciones a los moros.
 
Juan Monjo March, 1917 aprox.
Sobrino de don Juan March.
Suministros a los submarinos Alemanes
La versión original de la anécdota del ingenioso sistema
de suministro de víveres y combustible a los barcos y
submarinos alemanes durante la Primera Guerra
Mundial, proviene de un informe secreto de la Dirección
General de Seguridad de Madrid, de fecha 11 de octubre
de 1921, y dice así:
“El contrabando con Alemania lo realizaba en la
siguiente forma: marcaba al Capitán del barco la ruta a
seguir que éste discutía por peligrosa, pero la que al fin obedecía y en ella un
vapor alemán se apoderaba de la carga. Cuya noticia recibía con relativa
calma, marcando en el nuevo viaje otra ruta también peligrosa, sucediéndose
el hecho anterior y en la única vez que el Capitán varió la ruta señalada y el
cargamento llegó sin novedad al puerto de destino le destituyó por telégrafo”.
Con más o menos literatura esta misma versión la han repetido tanto los 
biógrafos de Juan March, como muchos mallorquines que conocían esta
anécdota por transmisión oral.  
Dirección General de Seguridad, 1921.
Informe Secreto.
El misterio de las amenazas a Bugeda.
Yo tenía una pistola, con la correspondiente licencia, que
guardaba en una de las bolsas de mi coche y de allí me
la quitaron en la calle de Montesa. A los pocos días
recibí un anónimo en el que me decían: “Canalla
socialista, si tu sigues en lo de las responsabilidades, te
mataremos a la puerta del Congreso o dentro del
Congreso”. (...)
Después me llamaron por teléfono, diciéndome: “Si
sigue Vd. con lo de las responsabilidades le vamos a
matar a Vd.” No pude averiguar quién me había llamado
porque desconocía yo entonces la combinación que hay para saberlo. Aquel
día vine a buscar al Sr. Galarza y le dije que quería hablar con él. 
Pues yo también quería hablar con Vd., me dijo el Sr. Galarza. Le conté lo de
la carta anónima y me dije: “Pues eso es verdad; no lo tome Vd. a broma
porque según noticias de uno de mis mejores confidentes, que es persona
que sin cobrar sueldo alguno me revela las cosas, iban a atentar contra mí
suponiendo que pasaría por un atentado social, y con posterioridad contra
Vd., no procediendo contra los dos al mismo tiempo para que no se viese
que éramos los dos del voto particular en la cuestión del Sr. March. El
confidente le explicó que se decía que éramos los dos los que habíamos
apretado más en lo de March. (...)
Sobre la responsabilidad a exigir al Sr. March, que al ver algunas cartas que
hay, saqué la convicción moral de que era ilícita la concesión. Las cartas han
estado a disposición del Sr. Simó. Todos sabemos lo que son cartas y
sabemos que no hay nadie que diga: haga Vd. esto y le daré 20.000 duros.
Del sentido de esta correspondencia se deduce que entre Primo de Rivera y
March había relaciones que no correspondían al trato entre un Jefe de
Gobierno y un tabaquero.
Bugeda
Diputado por el Partido Socialista,1931.
El atropello de la Segunda República 
Pensábamos anoche al abandonar la tribuna:
“¡Si pudiera existir un agua y un jabón que sirviese para
lavarnos ahora mismo el alma...!”. Porque algo ajeno y
sucio parecía habérsenos adherido repugnantemente.
Salíamos de presenciar el acoso de un hombre.
Ante toda la cámara expectante, bajo las miradas de las
tribunas, negras de gente; desde el barco más elevado,
como si pretendiese que el muro le guardase las
espaldas, aquel hombre había procurado explicar con
voz enronquecida cómo había ganado sus millones.
Sincera o insinceramente, nos había mostrado los peldaños que sus pies de
conquistador de fortunas hollaron hasta llegar a esa altura en que detrás del
que la escala se colocan los siete ceros de la opulencia. 
-Trabajé con suerte, y soy rico- vino a decir. 
Pero el director general de Seguridad, señor Galarza, habló después para
arrancar a zarpazos los velos que, según él, encubrían el origen de aquellos
millones; el contrabando de tabaco, la concesión de un monopolio por el
Gobierno de la dictadura, la historia de unas cartas suplantadas en relación
con acusaciones de espionaje. Fríamente, con dureza en la que parecía
traslucirse el odio, el jefe de la Policía clavaba dardo tras dardo en las carnes
del hombre de los millones. En una gran parte de la Cámara el olor de la
carnicería suscitaba esa voluptuosidad que conocen los asiduos a las peleas
de gallos y a las muchedumbres linchadoras. Cuando don Juan March quiso
defenderse, ni aun halló amparo en una experiencia oratoria de la que
carece, y sus frases nacieron como acardenaladas y tambaleantes por el
castigo de las frases del director general de Seguridad.
Entonces muchos diputados radicalsocialistas y de la extrema izquierda de la
Cámara le acosaron con sus interrupciones, que venían a ser como
mordiscos en los flancos de la res que ya va herida. La otra mitad de la
Cámara asistía muda y quieta al espectáculo cruel. El presidente rogó que se
aplazase el debate para darle un curso regular en otro día. Pero aún se alzó
el señor Galarza para clavar el puñal de misericordia -lentamente,
tranquilamente, heladamente, vocalizando bien- en la víctima (7-XI-31).
Wenceslao Fernández Flórez, 1931 (cronista parlamentario).
Nochebuena a expensas de Juan March
El hombre considerado como el más rico de España iba
a pasar la Nochebuena en la Cárcel Modelo de Madrid
en la categoría de preso. Para el mallorquín, fiel a las
tradiciones de su tierra natal, tuvieron que ser unas
jornadas muy tristes. No es sorprendente que, apenado
por su situación presente, y así lo entendieron muchos,
tuviera un rasgo generoso en ofrecer buenos elementos
para que sus colegas de encierro pudieran celebrar la
Nochebuena y olvidar su condición de presos. En la
tarde de la víspera de Navidades llegó hasta la puerta de la Cárcel Modelo
una camioneta del Hotel Palace, de Madrid. Transportaba una variedad de
comestibles y vinos con destino a los individuos encerrados. Como
espléndido donante de este regalo, que permitía  a los presos celebrar la
gran fiesta de paz y fraternidad del año, figuraba don Juan March, al que
toda la población conocía bien porque hacía medio año que estaba
encerrado allí. Lo curioso del caso es que la persona más sorprendida por la
llegada y entrega de los víveres y vinos procedentes del Hotel Palace fue
precisamente March. Era él uno de los principales accionistas del gran
establecimiento hotelero y, como no había dado orden alguna para dicho
regalo, pidió a la administración del hotel que se le informara de lo ocurrido. 
“No he hecho otra cosa que obedecer la orden que me dio usted en su
carta”, replicó el administrador mostrando un papel. Se trataba realmente de
una orden firmada por el mismo March. Éste, perplejo confesó: “Realmente
se diría que es mi firma, pero el caso es que yo no he firmado esta orden”.
March no dio muestras de enfado. Rápidamente analizó la situación: nada
sacaría denunciando la jugada de que había sido víctima; en cambio,
callando y aceptando la jugada se ganaría las simpatías de los que a su
espalda habían celebrado bien la Nochebuena y tal vez, con el tiempo,
sacará algún beneficio de una buena inteligencia con ellos. 
Fue de las pocas veces en su vida que renunció con una sonrisa en los
labios a no resarcirse de un daño que se le había hecho. Posteriormente, se
supo que el hábil falsificador de la firma de Juan March fue un técnico en
comunicaciones llamado Velardini.
Ramón Garriga Alemany, 1932.
Crédito para sostener la sublevación 
El que fuera secretario del general Mola durante la
conspiración y hasta su trágica muerte, relata su
testimonio personal que tiene el valor de estar basado
en un hecho real, de uno de los primeros créditos que
concedió March a los sublevados:
Poco después de estallar el conflicto armado se
presentó Juan March en el cuartel del general Mola, y en
presencia del coronel de Estado mayor Federico Montaner, que desde el
comienzo de la lucha se hallaba al lado de Mola atendiendo los asuntos
económicos y financieros, le entregó un documento; se trataba de una lista,
escrita en papel de barba, de los valores que el financiero ponía a
disposición del general para que dispusiera de ellos a fin de obtener dinero.
La relación empezaba con acciones de la CHADE y del Crédit Lyonais; la
suma total de los valores que March ponía a disposición del Alzamiento
ascendía a 600 millones de pesetas, cifra realmente extraordinaria para la
época. 
(Más tarde llegarían los amplios y generosos créditos de Roma y Berlín. Pero
no cabe duda que el crédito de March fue estratégicamente el más decisivo).
B. Félix Maíz, 1936
Secretario del general Mola.
March costea el recreo de la familia Real 
A sabiendas perfectamente de cómo podía hacerlo feliz,
cuando el banquero Juan March fue a ver a Don Juan a
Estoril en marzo de 1946, le ofreció el barco Saltillo para
que disfrutara un poco de la vida en familia. Era un
velero de dos palos, de 30 toneladas y 26 metros de
eslora, propiedad de Pedro Galíndez Vallejo, que,
gracias a las gestiones de March, se lo dejó todos los
veranos, con tripulación y con todos los gastos pagados.
En la que sería su última travesía, en la primavera de
1962, el Saltillo salió de la bahía de Cascais rumbo al
puerto griego de Turkolimans para asistir a la boda de
Juan Carlos y Sofía, terminado de embellecer con velas nuevas de dacró que
sustituían a las viejas de lona. Posteriormente, el conde de Barcelona lo
devolvió, después de haber disfrutado durante 17 años, cuando ya estaba
para el desguace, y su legítimo propietario lo cedió a la Escuela Náutica de
Bilbao para que durmiera su último sueño atracado en el puerto.
Patricia Sverlo, 1946
Seudónimo del Autor.
El talento de March desafía a Hacienda
En aquella época March adquirió una de las pinturas a la
que demostró más aprecio, La Tirana, de Goya. Existían
dos obras con igual título y la misma firma, una que se
conserva en la Real Academia de San Fernando y otra
que pertenecía al conde de Villa Gonzalo. Ésta fue la
que adquirió Mach para su colección particular; pagó por
ella tres millones de pesetas. La compra del
extraordinario cuadro tuvo mucho relieve en la prensa y
no tardó en presentarse un inspector de Hacienda con el
propósito de ver cómo se liquidaban los impuestos de lujo en que caía
entonces toda obra suntuaria. March recibió amablemente al inspector, le
hizo tomar asiento en su despacho y le obsequió con uno de sus famosos
cigarros. Se enteró de lo que buscaba el funcionario y abrió un cajón; de él
sacó una carpeta y retiro un papel que mostró al inspector con una sonrisa
irónica mientras le decía: «Como usted puede comprobar, estoy pagando
contribución de anticuario, y como “La Tirana” la considero una inversión
como otra, no debo abonar derecho alguno porque está en mi poder como
anticuario dispuesto a vender el cuadro el día que lo crea oportuno». El
inspector salió asombrado del despacho de March y entre sus colegas
comentó: «Si todos los españoles tuvieran el talento de March nosotros
seríamos unos grandes fracasados como inspectores».
Ramón Garriga Alemany, 1947
Biógrafo de Juan March.
La admirable capacidad mental de March
En uno de mis  viajes a Madrid fui a visitar a mi  tío. 
Don Juan me recibió de forma muy cordial, como
siempre, pero no interrumpió su trabajo. Me dijo:
Siéntate Pepe, ahora termino. 
Me quedé atónito. Don Juan March estaba dictando 
siete cartas simultáneamente  a siete mecanógrafas
distintas, y lo mas sorprendente era que el texto de las
cartas era diametralmente diferente.
Cuando terminó me dijo: supongo que te quedarás a
comer con nosotros. En el comedor de aquel fabuloso
palacio compartí mesa con Don Juan y su mujer
Leonor. Durante la comida hablamos de cosas intrascendentes, ya que Don
Juan no acostumbraba a hablar de negocios en las reuniones familiares, ni
era dado a los elogios. Me dio recuerdos para mis padres, me dijo que
esperaba que me sintiese a gusto  en la que había sido su casa en Santa
Margarita, me comentó que la construcción de aquella casa le había costado
una fortuna a su padre, sorprendentemente recordaba de forma minuciosa
pequeños detalles de aquella casa, por ejemplo me dijo que las vigas del
último piso procedían del desguace de un barco, por tanto no se
deteriorarían nunca, que el árbol de tila que adorna el centro del patio lo
sembró él con sus propias manos. Yo le comenté mis intenciones de abrir
una Administración de Loterías y le pedí permiso para utilizar los muebles de
la Banca March que había dejado en aquella casa, don Juan me contestó
que sí, pero con la condición que los tratase bien. Me dijo que estos muebles
eran muy importantes para él porque habían sido el regalo de boda de su
abuelo y que esta primera oficina de la Banca March la había inaugurado
después de su boda en 1905, que las gestiones bancarias en Santa
Margarita las realizaba ahora su primo Juan Monjo, pero que en el futuro
tenía intención de reabrir de nuevo la sucursal de Santa Margarita.
José Monjo Oliver, 1950 aprox.
Sobrino de don Juan March.
Una anécdota de su faceta humana 
Don Juan March, uno de los  hombres más ocupados del
planeta, descubrió su faceta más humana acompañando
a su nieto Juan  para tomar el avión en el aeródromo de
Son Bonet. Al darle el alto el soldado vigilante de las
entradas, don Juan bajó el cristal de la puerta de su
coche. El militar le dijo que lo lamentaba pero los
vehículos civiles no podían entrar en aquel recinto
militar. No obstante el soldado, que le había reconocido,
solicito autorización por teléfono:
-mi teniente, el financiero don Juan March quiere entrar
al recinto con un automóvil para acompañar a su nieto. 
-bien déjele pasar, fue la respuesta que obtuvo el soldado, y después de
rellenar unos documentos se dejo entrar al vehículo: Trascurrida mas de una
hora el vehículo de Don Juan March volvió a aparecer para salir del recinto,
pero  debido a la burocracia militar de la posguerra, la salida del coche se
convirtió en otro suplicio para el anciano millonario, pues le volvieron a
requerir para rellenar nuevos impresos, lo cual aprovechó el soldado para
mantener una fluida conversación con el financiero:
-Lo lamento, Don Juan
-o me conoces? 
-sí, Don Juan, yo soy de su mismo pueblo
-de mi pueblo? 
-a mi no me conoce porque soy muy joven, pero sí a mi abuelo 
-y como le llamaban? 
-Manento “el espía” 
-Dios mío, ¡si lo conocía a Manento el espía!, ¿está vivo? 
-sí señor 
-pues dale recuerdos, dile que March le envía muchos recuerdos. 
                         
Juan Fornés Fullana, 1951
Ex-Alcalde Ayuntamiento Santa Margarita.
La visión distante de su cuñado
En cierta ocasión el cuñado de Don Juan March y su
nuera Bárbara Estelrich regresaban a Santa Margarita
después de visitar una de sus fincas para
aprovisionarse de verdura y productos lácteos, venían
con toda tranquilidad en un carro tirado por un pequeño
caballo, entonces y ante aquella preciosa puesta de sol,
José Monjo le dijo a mi madre: mi cuñado puede tener
mucho dinero, pero... no podría venir por  aquí con la
tranquilidad que nosotros vamos... sin sus
guardaespaldas.
(Los dos cuñados no se llevaban mal, pero José Monjo no compartía ciertos
métodos de Juan March, circunstancia que queda perfectamente ilustrada
con esta pequeña anécdota).
 
           José Monjo Roca, 1954 aprox.
           Cuñado de don Juan March.
Don Juan March no era supersticioso
Don Juan March terminó su palacio de Palma
coincidiendo con el final de la segunda guerra mundial,
en estas mismas fechas había regularizado su situación
con Franco, fijando su domicilio entre sus palacios de
Palma y Madrid.
Un buen día a primera hora de la mañana don Juan
March bajo desde sus habitaciones del palacio de Palma
al garaje donde le estaba esperando su chofer al volante
de su cadillac para acompañarlo al aeropuerto con el fin
de tomar un avión de Iberia con destino Madrid.
Ya en el garaje le da los buenos días el guarda de seguridad y le advierte:
“yo de usted no cogería el avión don Juan,  porque he soñado que se caía”.
Don Juan March que era poco dado a las supersticiones le replica:
“bag, bobadas”.
Entonces don Juan le indica a su chofer que se dirija al aeropuerto, pero... 
ya con el coche en marcha estaba pensativo... algo no encajaba... y a la
altura del Ayuntamiento le ordena a su chofer: “regresa al palacio”.
Al entrar con el vehículo en el garaje, don Juan baja el cristal de la ventanilla
y le dice al guarda de seguridad:
“Estás despedido, ve a la Banca March para que te paguen tu liquidación”.
El guarda de seguridad sorprendido le replica: “pero don Juan...”
Y don Juan March que estaba pendiente de todos los detalles sentencia:
“no necesito un guarda de seguridad que se duerma por la noche, ¡si has
soñado que el avión se caía es que te has quedado dormido!. 
Acto seguido le ordenó a su chofer que reemprendiese el viaje hacia el
aeropuerto para tomar el avión.
Antoni Llabrés Moyá, 1955 aprox.
Experto en bibliografía.
Sus nietos, su última esperanza
A mediados de la década de los años 50 mi abuelo se
entrevistó en varias ocasiones con Don Juan. En dichas
reuniones, en su condición de ferviente admirador que
fue de su tío, se interesaba por la vertiginosa progresión
de sus negocios, además hay que recordar que  en
aquellos años la última proeza de don Juan March fue el
asunto de la Barcelona Traction, obra cumbre de su
audacia financiera,  pero don Juan se pasaba todo el
tiempo hablándole a mi abuelo de su nieto Juan,
contando con amor de abuelo lo inteligente que era,
señalando que se sabía de memoria todos los teléfonos de sus
colaboradores, y que cuando necesitaba marcar un número de teléfono fingía
que no se acordaba con el objeto de preguntárselo a su nieto favorito, para
que éste le recitara el listín telefónico como si se tratara de un poema. 
(Mi abuelo solía comentar que don Juan se lamentaba que su hijo
primogénito era una calamidad. En cuanto a su segundo hijo, para él era
como si no existiera, por tanto necesitaba depositar sus esperanzas de
continuidad en sus nietos, tal y como había hecho su propio abuelo con él
muchos años antes).
 
Juan Monjo March, 1955 aprox.
Sobrino de don Juan March.
El primer discurso de Carlos March
Como anécdota relativa al interés que mi abuelo
demostraba por nuestra evolución y nuestro
perfeccionamiento humano y profesional en el estudio,
os voy a contar una anécdota que recordaré toda mi
vida. Cuando yo estaba estudiando cuarto de
bachillerato en Barcelona, en uno de los exámenes
trimestrales saqué una nota en matemáticas bastante
mala; Creo recordar que saqué un cuatro o un cinco, y
mi padre me castigó sin vacaciones y a estar encerrado
en casa durante todas las navidades. Vinimos a Madrid
porque mi abuelo estaba aquí, y nosotros en aquel
momento estábamos viviendo en Barcelona. Mi padre, en una conversación
delante de varios señores con mi abuelo, dijo que me había castigado.
Entonces mi abuelo me dijo: “Mira: yo te levanto el castigo si dentro de tres o
cuatro días me haces un discurso sobre lo que tú quieras”. Yo debía de tener
once o doce años; hice el discurso, muy malo por cierto; pero quedó
encantado y me levantó el castigo. 
Carlos March Delgado, 1956
Nieto de don Juan March.
Una capacidad de cálculo proverbial
Una noche, cuando llegué a su habitación, fui testigo de
una escena sorprendente. Al pie de la cama estaba el
director en Mallorca de la Banca March, con una libreta
en la mano. Al entrar yo, se interrumpió la conversación.
Hice la habitual inspección al enfermo y, terminada ésta,
iba a retirarme cuando don Juan me dijo:
-No se vaya, doctor. Si no está cansado me gustaría
charlar un rato porque usted es el único que no me habla
de negocios. Estábamos terminando. Es cuestión de un
momento.
Le expresé mi asentimiento y él hizo entonces una seña
al director del Banco para que continuase.
Éste volvió a abrir su libreta y leyó una lista de distintas cantidades en
dólares, libras esterlinas, florines y francos franceses. Don Juan March, al
final, contestó simplemente:
-Es decir: ciento treinta y cinco mil francos suizos.
Me quedé atónito.
Luego me enteré de que se trataba de un traslado de cuentas y que don
Juan, mientras oía al director del Banco recitar la lista de las cantidades,
transformaba cada cantidad a moneda Suiza al cambio del día y procedía a
la vez a la suma total, todo de memoria. El propio director del Banco, con
quien comenté esta sorprendente capacidad de cálculo, me confirmó que era
habitual y proverbial en el financiero mallorquín, que nunca había necesitado
papel ni lápiz para las operaciones aritméticas, y que no cometía nunca
ningún error en ellas.
Antonio Puigvert Gorró, 1957
Médico Urólogo.
Juan March, un hombre de origen modesto
Siempre a mi hermano y a mí nos llamaba a la hora de
almorzar y a la hora de cenar, para que asistiésemos a
sus discusiones, aunque fueran de negocios, y para que
nosotros nos fuéramos ambientando con la situación
económica y financiera de la casa; y tanto mi hermano
como yo no tenemos suficientes palabras para mostrarle
nuestro agradecimiento en este sentido. Estimo que,
además, como mérito humano, creo que ha tenido el
extraordinario de estar siempre profundamente orgulloso
de su propio origen. Mi abuelo, como todos sabéis, fue
un hombre de origen modesto, y el siempre se
enorgullecía de su propio origen y del ambiente en donde había crecido.
 
Carlos March Delgado, 1958 aprox.
Nieto de don Juan March.
El gran varapalo de la musa de March
Cuando don Juan March sufrió el accidente que días
más tarde acabaría con su vida, estuvo acompañado en
todo momento por su musa Matilde que a tal fin ocupó
durante unos diez días una habitación junto a la del
magnate, pero al entrar este en coma, su hijo
primogénito y yo le rogamos que abandonara la clínica
por considerar que no era oportuna su presencia si se
producía el fatal desenlace. 
Al enterarse de que don Juan March había fallecido, se
apresuró a regresar a la clínica, y ante la sorpresa del
hijo mayor del fallecido  le dijo: “ahora tú y yo nos tendremos que entender”.
Pero el mayor varapalo se lo llevaría Matilde al leer el testamento y
comprobar con sus propios ojos que ella no figuraba en dicho documento.
Matilde no había podido satisfacer sus sueños de grandeza, pero vivió
cómodamente en las propiedades que le había obsequiado don Juan March
hasta su muerte que se produjo al cabo de diez años. 
José Balaguer, 1962
Colaborador de don Juan March.
La liquidez, gran preocupación de March
Nosotros, siguiendo la línea directriz marcada por mi
abuelo, tenemos una gran preocupación por la liquidez,
por la tesorería y por no tener que deber nunca dinero a
nadie. El aplicó este principio como dogma. Recuerdo
cuando decía que a los banqueros no los entendía,
puesto que estaban más contentos cuanto más dinero
debían. Este es un razonamiento que puede ser
discutido, pero no cabe duda que tiene un fondo de
razón. Si se quiere crear un Banco muy extendido, no
cabe duda que hay que hacer una serie de sacrificios, el
pasivo no se consigue sin una disminución de la tesorería y de su liquidez.
La Banca March es uno de los Bancos que tiene un coeficiente de liquidez
mayor de toda la Banca española. Nos dicen que no somos banqueros; es
cierto, pero no creo que con la posición en que estamos nos valga la pena,
por ganar algo de dinero más, correr unos riesgos inútiles. No cabe duda de
que esta idea no es absoluta: en estos últimos años la extensión de la Banca
March ha sido muy notable.
Carlos March Delgado, 1970
Nieto de don Juan March.
La calidad, una prioridad de Juan March
En cierta ocasión, dispuesta la empresa a sacar un
mayor partido a la rotativa, que se ha quedado pequeña
hace varios años y que tiene una seria de
complicaciones y problemas que son ya imposibles de
subsanar, debido a que es un modelo anticuado, se
escribió a la casa Winkler para conocer las posibilidades
de actualización que ofrecía la máquina. La casa Winkler
respondió con la sorpresa consiguiente de saber que
aún funcionaba una máquina parecida, negando toda
posibilidad de cualquier tipo de reparación y ofreciendo
una cantidad de dinero por llevarla a la factoría de Suiza como pieza de
museo. Al no poder conseguir su propósito, porque la empresa de
Informaciones no accedió a venderla, utilizaron la fotografía de la máquina
para felicitar las Navidades de aquel año a sus clientes y amigos.
Antonio González García, 1975
Redactor Jefe del periódico Informaciones.
La astucia de March vence a la aduana
Un transporte marítimo arribó con un cargamento de
zapatos; al descubrirse que todas las unidades eran del
mismo pie, se procedió, en plena economía de guerra, a
la incautación de la mercancía y su posterior subasta,
que sólo podía interesar a March, conocedor de que otro
barco sería incautado por semejante circunstancia,
aunque en este caso se tratase de los zapatos que
hacían pareja con el cargamento primero. De este modo,
a un bajo precio, obtuvo una partida importante.
Bernardo Díaz Nosty, 1977
Biógrafo de Juan March.
La muerte de Juan March: un jeroglífico
 
Don Juan nació el día 03-10-1880 y falleció el día 10-03-
1962, March  fue un mago de los números, quizás por ello,
el destino quiso que las fechas de su nacimiento y
defunción fueran un macabro juego de cifras. 
El día y mes de su nacimiento y defunción son los mismos
números cambiados de lugar, el día por el mes y el mes por
el día, pero sumados dan el número de la mala suerte por
partida doble. El automóvil de March, con el cual tuvo el accidente fortuito o
provocado que le produjo las heridas mortales tenía la matrícula capicúa:
14441, sumadas las cuatro primeras/últimas cifras de esta matrícula resulta
nuevamente el número 13 por partida doble. La suma de
las dos últimas cifras del año de nacimiento y defunción
arrojan el mismo resultado: 8, la diferencia de las  dos
primeras cifras del año de nacimiento y defunción  dan
como resultado: 1, es decir 81 años, la edad que tenía
Juan March Ordinas cuando falleció en 1962: 
 
-Suma de los cuatro primeros dígitos de la fecha de nacimiento y defunción: 
03-10 + 10-03 = 13 / 13
-Suma de los cuatro primeros/últimos dígitos de la matrícula de su automóvil:
PM-14441 = 1444 / 4441 = 13 / 13
-Suma de las dos últimas cifras de los años de nacimiento y defunción:
1880 = 8, 1962 = 8
-Resta de las dos primeras cifras de los años de nacimiento y defunción: 
1800 - 1900 = 1
El resultado de este jeroglífico es el siguiente:  don Juan March falleció el
día de la cuádruple conjunción del número de la mala suerte a los 81
años de edad.
Miguel Monjo Estelrich, 1985
Sobrino de don Juan March.
Juan March, un fenómeno paranormal
En una de sus visitas a Santa Margarita, el cantante que
inmortalizó el nombre de nuestro municipio con su
famosa canción “Santa Margarita”, nos deleitó con una
visita a nuestra casa, en el comedor se sentó en una de
las dos butacas que rodean la chimenea, entonces
sucedió algo que dejó impresionados a todos los que allí
nos habíamos reunido en torno al famoso cantante:
Luís Aguilé, que ignoraba por completo que aquella casa
había pertenecido a don Juan March, al sentarse en la
butaca que solía utilizar el magnate dijo:
Estoy percibiendo unas fuertes vibraciones extra-
sensoriales procedentes de una persona que se ha sentado en esta butaca
durante mucho tiempo... era un hombre de una inteligencia privilegiada y de
una personalidad arrolladora. 
Algunos de los presentes sabíamos perfectamente a quién se refería, pero
aquella inesperada sorpresa nos dejo sin palabras. Y aunque tengo que
reconocer que no creo en este tipo de cosas, siempre que paso al lado de
aquella butaca, un cosquilleo recorre mi cuerpo y me surge la duda de si
efectivamente puede haber quedado algún tipo de posesión de don Juan en
aquella casa que construyó su padre para él y en la cual sucedieron tantas
cosas... durante los once años que albergó a la familia de don Juan March.
Luís Aguilé, 1987
Cantante y Compositor.
Los dos grandes acontecimientos del 11-S
Coincidiendo con el hallazgo de los libros de contabilidad
manuscritos por don Juan March Ordinas, invité a
algunos amigos y personalidades de renombre  en el
estudio de la historia  y economía de Mallorca.
 
La cita se verificó el día 11 de septiembre de 2001 a
primera hora de la tarde, después de tomar el café en un
céntrico bar del pueblo nos dirigimos a la casa de don
Juan March en Santa Margarita, nos reunimos en torno a
la mesa del comedor encima de la cual estaban
depositados los libros: Pere Ferrer (Biógrafo de Juan March), Antoni Más
(Historiador),  Mateu Ferrer (Periodista), Miguel Cifre (Economista), y el que
relata estos hechos.
El caso es que coincidiendo con la apertura del primero
de los libros cayó la primera de las Torres Gemelas ¡casi
nos da un síncope a los que nos habíamos reunido
alrededor de los manuscritos por la doble emoción del
momento!, por un lado la de poder contemplar los libros
en los cuales don Juan March había detallado de su
puño y letra, con pelos y señales los inicios de su
imperio financiero un siglo atrás y por otro lado el
atentado terrorista contra las torres gemelas de Nueva
York que se estaba llevando a cabo en aquellos mismos
instantes. 
Miguel Monjo Estelrich, 2001
Sobrino de don Juan March.
Juan March, una vida de película
Joan Mascaró y Fornés tenia en su casa
dos fotografías de los dos hombres que más
admiraba, aunque por distintas razones:
Juan March y Gandhi.
El rotativo “El Financiero” insistía en 1970
en el parecido: “resulta evidente que la
figura física de don Juan March Ordinas, tiene –revisando las fotos que
quedan de él, en los archivos de los periódicos-, un parecido asombroso con
el de Gandhi, el famoso abogado indio, líder del movimiento nacionalista de
su país. ¿tiene algo que ver el tipo físico de
un hombre?. Evidentemente, sí. Y en este
caso concreto, por encima o al margen de
cualquier otra consideración no cabe la
menor duda de que nos encontramos –en
campos diferentes, por motivaciones
distintas, por ambientes muy ajenos- con
dos grandes hombres de la historia”. 
Pues bien, el famoso actor inglés Ben
Kingsley de “La lista de Schindler”, con
un parecido físico asombroso con
ambos personajes, encarnó en 1982 al
famoso líder de la India en la película
“Gandhi” y por cuya interpretación
recibió un merecido Oscar.
¿Se atreverán Steven Spielberg y  Ben
Kingsley a llevar a la gran pantalla la
asombrosa vida de Juan March?.
Miguel Monjo Estelrich, 2003 
Sobrino de don Juan March.