46
MERCÁN.- No, no me importa. Fumar también es oler el humo.
PARDIÑAS.- (Servil.) Gracias. Aunque a mi mujer no le gusta, dice
que toda la casa huele.
MERCÁN.- ¿Tienes hijos?
PARDIÑAS.- Cinco. Pero comen como veinte.
MERCÁN.- (Íntimamente satisfecho.) Bien. Una ayudita cada semana
te vendría bien.
PARDIÑAS.- ¡Ay, Don José! Por llegar desahogado al domingo sería
capaz hasta de matar.
MERCÁN.- ¡Estupendo!
PARDIÑAS.- ¿Cómo dice?
MERCÁN.- No, nada. ¿Cómo te llamas?
PARDIÑAS.- Ángel, Ángel Pardiñas. Para servirle.
MERCÁN.- Me servirás, Ángel.
(Ríen ambos, aunque el carcelero no sabe por qué. MERCÁN le mete
el mechero en un bolsillo como anticipo de otros regalos. A
PARDIÑAS le brillan los ojos. El humo del cigarro los envuelve,
ominosos y cómplices. Entra QUINTANAR. El carcelero sale. Se
saludan los amigos.)
QUINTANAR.- ¿Cómo estás, JOSÉ?
MERCÁN.- Ya lo ves, Manolo. Vacaciones pagadas.
QUINTANAR.- ¿Cuándo saldrás?
MERCÁN.- Cuando caiga Azaña y Lerroux forme Gobierno.