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MERCÁN.- (Tras una pausa.) Sí.
(Cabecean cómplices y apagan los cigarros. Después, lentamente,
como un ritual que connotara el paso del tiempo, se dan la mano y van
saliendo de espaldas. QUINTANAR y MERCÁN se quedan solos en
el dintel de la puerta. Debe notarse que se han retrasado a propósito.)
MERCÁN.- Tenías razón, Manolo. El chico es un idealista, tan
apasionado como irreflexivo.
QUINTANAR.- y descarado. «¡Conspiraciones de sainete!». ¡Qué
petulancia!
MERCÁN.- (Casi riendo.) Es un provocador nato.
QUINTANAR.- ¿Te fijaste? Sus manos se le hacían puños.
MERCÁN.- Pero tiene personalidad.
QUINTANAR.- La violencia a cara descubierta es nuestro último
recurso.
MERCÁN.- Lo sé, lo sé. De momento, vigilémoslo, sin frenarle. Le
proveeremos de fondos.
QUINTANAR.- Ha insultado a Vegas con eso de la impotencia y la
neutralidad. No sé si Vegas estará de acuerdo en apoyarle para que
lidere la unidad de las derechas.
MERCÁN.- Yo me encargo de Vegas. Hazme caso: que Primo de
Rivera desarrolle su proyecto. Llamará la atención y nosotros
pasaremos desapercibidos. ¿No es eso lo que quieres?
QUINTANAR.- Lo que queremos.
MERCÁN.- Claro, Manolo, claro. Hoy estás muy susceptible.