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LADRÓN.- ¡Eso es dignidad! El puro.
MERCÁN.- ¿El puro?
LADRÓN.- ¡El puro!
MERCÁN.- ¿No habíamos quedado en que no me robarías a mí?
(El LADRÓN, como si fuera un desafío, le quita el cigarro y aspira el
humo con delectación.)
LADRÓN.- Eso será a partir de mañana. Hoy le robo y me fumo su
puro.
(Y comienza a retroceder emboscándose en las sombras.)
MERCÁN.- Morral, ¿cuál es tu nombre?
(La voz del LADRÓN, como un susurro, emerge de la oscuridad
envuelta en el humo del cigarro y la música del reloj.)
LADRÓN.- Mateo.
(Se ilumina el salón de la casa de JOSÉ MERCÁN. La chimenea está
encendida y el fuego dibuja en los rostros su parpadeante rojez. Están
presentes la esposa de MERCÁN y sus dos hijos varones, JORGE y
LUIS, más la esposa de éste, NURIA.)
(MERCÁN recorre el proscenio, entra en el salón.)
¿No ha llegado Irene?
(Nadie responde. Su esposa se levanta y se va sin decir nada.
MERCÁN mira su salida con enojo.)
Luis, tráeme un cigarro.
(Mientras el hijo obedece, él se arrellana en el sofá.)