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A mediados de 1932 la República mantuvo a  Juan March entre rejas durante
diecisiete meses. Coincidiendo con la falta de libertad del magnate, su hijo
Juan le confiesa que se había enamorado de la hija  de su colaborador Miguel
Ordinas, con la cual había pasado varios veranos en el Palacio de Cala Ratjada, 
March respondió con resignación que no quedaría más remedio que internarla
una temporada en un colegio de la alta sociedad de Suiza para que aprendiera
los modales y las normas elementales que su nueva posición requeriría. March
confesó que lo único favorable que veía en aquella unión, era que el hijo que
engendrarían llevaría su mismo nombre: “Juan March Ordinas” y así tal vez...
Cárcel Modelo de Madrid 
Mientras que su prometida cursaba  estudios en Suiza, el hijo primogénito del magnate no paraba de
asistir a fiestas de todo tipo, y en una de estas fiestas, concretamente en un
baile de disfraces que se celebró en el Círculo Mallorquín de Palma, se cruzaría
en su camino una  bella y ambiciosa doncella llamada María del Carmen
Delgado  Roses, hija de un marinero,  la cual conocía perfectamente la
biografía de Juan March Ordínas puesto que dos de sus tíos habían coincidido
con  él en el colegio de Santa Teresa del Pont d’Inca. A pesar de que la
estancia de March en aquel colegio fue muy breve, dejó huella entre sus
compañeros, prueba de ello fueron las anécdotas del joven March que los tíos
de la adolescente María del Carmen le solían contar, y gracias a las cuales
aquella jovencita había empezado a admirar, sin conocerlo todavía , al que más
tarde se conocería como “el último pirata del Mediterráneo”.
Colegio de Santa Teresa en el Pont d’Inca 
Como ya hemos comentado, María del Carmen Delgado que en su juventud fue una gran bailarina,
faceta que sin duda la ayudó  a moverse con soltura en aquel baile de disfraces que cambiaría su vida
para siempre. Aunque estaba oculto detrás de su máscara no tardó en localizar al rico heredero y
apareciendo por detrás le acarició la espalda con unos ligeros golpes para atraer su atención, al mismo
tiempo que le susurró unas frases en inglés acompañadas de unas palabras en alemán. El hijo de March
se sorprendió que en aquel baile de disfraces hubiera una inglesa, pero sin darle mayor importancia
continuó bailando. Al cabo de un rato reapareció de nuevo aquella  bella doncella y nuevamente llamó
la atención del hijo primogénito de March tocando de nuevo su espalda y susurrándole de nuevo unas
palabras, pero en esta ocasión en castellano. El hijo del millonario no daba crédito a aquello: ¡de
manera que esta preciosidad que habla inglés mejor que la Reina de Inglaterra resulta que es española!.
Pero una vez repuesto de aquella sorpresa reemprendió nuevamente el baile, hasta que pasado otro
rato, reapareció de nuevo aquella misteriosa mujer que actuando de la misma forma que las dos veces
anteriores volvió a acariciar la espalda del rico heredero para llamar su atención por tercera vez, y en
esta ocasión le susurro unas palabras en mallorquín, el joven March ya no podía más... aquello era
demasiado... ¡esto es increíble, ahora resulta que esta belleza no es inglesa, ni andaluza,  resulta que es
mallorquina!, Acto seguido ordenó a sus criados que averiguaran el nombre de aquella misteriosa
joven y que concertaran una cita con ella, Francisquita Ferrer, conocida de ambos, se encargaría de
arreglarlo todo... Ni que decir tiene que al cabo unos pocos meses se habían
casado, mientras la prometida del joven March quedó sumergida en un mar de
lágrimas. (Hace un par de años, le recordé a doña Carmen esta anécdota, y ella
con una ligera sonrisa y semblante pensativo me respondió: “Así fue Miguel, a
veces la vida de una persona se decide en unos pocos instantes”. En mi opinión
esta respuesta es un tanto “ligh”. Yo pienso que en aquel baile de disfraces
además de decidirse la vida de la joven Carmen Delgado, posiblemente se
decidió también la de sus padres, y quizás también la de muchos de sus tíos y
sobrinos, y como no, también la de sus descendientes.
Antigua sede del Circulo Mallorquín 
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