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publicidad a la patriótica entrada de divisas, y ése será el humo que
oculte tu salida. 
(Le dirige a LUIS un gesto entre cínico y desafiante.) 
LUIS.- No se puede estar con Dios y con el diablo. 
MERCÁN.- La República va a por mí y me defiendo, como medio
país. 
LUIS.- Habla usted como si estuviéramos en guerra. 
MERCÁN.- Yo no estoy en guerra; estoy en defensa propia. 
(MERCÁN no desea continuar la conversación y aprovecha el
nerviosismo de LUIS para zanjarla.) 
¡Y dame el puro, 10 vas a estropear dándole tantas vueltas con tu
mano sudorosa! 
(LUIS, humillado, se lo da. La tarde ha caído y el salón sólo está
iluminado por el fuego de la chimenea.) 
Tanta cháchara me ha abierto el apetito. Id a ver si ya está la cena. 
(Los hijos y la nuera hacen ademán de apartarse para que pase el padre
primero.) 
No, id vosotros delante. Nuria, ¿puedes quedarte un momento? Quiero
hablar contigo. 
LUIS.- ¿Me quedo yo también? NURIA.- No, enseguida voy... 
(LUIS, sin mirar a nadie, agacha la cabeza y sale.) 
MERCÁN.- Nuria, no voy a decirte que el sitio de la mujer es el
cuidado de la casa y de los hijos, porque aún no tienes ninguna de esas
dos cosas, pero hasta que las tengas, podrías ser más discreta y no
intrigar de manera tan evidente a favor de tu esposo. 
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