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JORGE.- ¿Qué vas a hacer? 
MERCÁN.- ¡¿Qué harías tú?! 
(JORGE calla y sale.) 
VILLANUEVA.- Ya está aquí Mateo. 
MERCÁN.- Que pase. 
(Entra MATEO. El secretario los deja solos.) 
MATEO.- Señor Mercán... Lo de vigilar a su hija... 
MERCÁN.- Eso ya no importa ahora. 
MATEO.- ¿Por qué me ha llamado, entonces? 
MERCÁN.- Hay alguien que desea perjudicarme. 
MATEO.- Y no quiere que lo vuelva a hacer. 
MERCÁN.- Nunca más. 
MATEO.- ¿Accidente, desaparición, atentado...? 
MERCÁN.- Hay mucha violencia callejera. 
MATEO.- ¿En una manifestación? 
MERCÁN.- No politicemos. 
MATEO.- Un robo, entonces. ¿Quién es? 
MERCÁN.- Nuria, la mujer de mi hijo Luis. 
(MATEO tuerce el gesto y agacha la cabeza.) 
MATEO.- No mato mujeres. 
MERCÁN.- ¿Cómo has dicho? 
(MATEO le mira fijamente. Su voz no tiembla.) 
MATEO.- No mato mujeres. 
MERCÁN.- Dijiste que no tenías nada que perder. (Señalando sus
ropas.) Pero ya veo que ahora sí tienes. 
MATEO.- Incendio conventos; reviento huelgas o las provoco, según
los intereses de usted; doy palizas; rompo piernas; pongo bombas;
mato hombres. No mato mujeres. 
(Hay tensión en el silencio.) 
MERCÁN.- Te llamaré. 
MATEO.- (Inexpresivo.) Señor Mercán... 
MERCÁN.- Adiós. 
(Sale MATEO y entra por la otra puerta el Secretario.) 
VILLANUEVA.- ¿Llamo al sustituto de Morral? 
MERCÁN.- ¿Tenías pegada la oreja a la puerta del despacho? 
VILLANUEVA.- Como siempre, señor Mercán. 
(Julio de 1936. 
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