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VILLANUEVA.- (Tras una estudiada duda.) Lo haré, pero no por
dinero, sino por justicia.
NURIA.- (Sin reprimir su ironía.) Eso es nobleza.
VILLANUEVA.- Les llamaré.
(VILLANUEVA se despide... Ellos se besan.)
NURIA.- Volvamos a casa.
JORGE.- Pero borra esa sonrisa de la cara. ¡Tenemos que ser
prudentes!
NURIA.- Lo somos.
JORGE.- El otro día Anita nos descubrió besándonos.
NURIA.- ¡Ella qué entiende! ¡Es retrasada! No te angusties: Luis no
sabe nada. Sólo vive para no acabar sus pinturas.
JORGE.- Cuando el negocio esté en nuestras manos, ¿qué piensas
hacer con él?
NURIA.- Aprovecharme de la República. ¿No permite ella el
divorcio?
(La luz se traslada a la Casa de MERCÁN.
Cada uno de los personajes de la familia, llega por lugares diferentes y
se sientan a la mesa en silencio. Una criada sirve. Nadie mira a nadie,
nadie habla. El único sonido que se oye es el de los cubiertos
golpeando ligeramente los platos. Oscuro lento, sin música. Cuando
vuelve la luz, todos se levantan.)
MERCÁN.- Espera, Irene, ¿podemos hablar?
(Quedan solos IRENE y MERCÁN.)
IRENE.- Tengo una reunión.
MERCÁN.- Por favor.
(La súplica desconcierta a IRENE.)
IRENE.- Usted dirá.
MERCÁN.- No tengo nada que decirte. Sólo quiero hablar.
IRENE.- ¿No hablaría mejor con Jorge?
MERCÁN.- (Con un tono de decepción.) ¡Jorge!
IRENE.- ¿Tampoco él? Pues si madre no le habla, Anita no le
entiende y Luis no le escucha, ¿qué le queda?
MERCÁN.- Quedas tú.
IRENE.- Poca compañía es esa, padre.
MERCÁN.- (Le cuesta reconocerlo.) Estoy solo.
IRENE.- No tiene usted derecho a quejarse de la soledad, después de
haberla provocado.