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MERCÁN.- Me he dejado el reloj en el despacho.
ANA.-¡Oh!
MERCÁN.- Mañana.
ANA.- Pues cántamela tú.
MERCÁN.- Anita, pero si yo no sé...
ANA.- Por favor, papito.
(MERCÁN mira a IRENE que todavía estaba, en un extremo,
contemplando la escena.)
MERCÁN.- (A IRENE.) Dile a tu madre que me avise cuando esté la
cena.
(IRENE que ha observado con tristeza a su hermana, endurece su
mirada y se va.)
ANA.- Cántame la música del reloj, papito.
(Él la abraza con ternura, la sienta en el regazo del joven y se sitúa
detrás del sillón. Ella se acurruca y habla al joven como si fuera su
padre.)
¡Vamos, cántame, papá! Y acúname.
(El joven musita la canción que adquiere el tono de una nana dulce y
triste, mientras acuna a la niña.)
JOVEN.- (A MERCÁN.) Por mucho que la cuides y la mimes, no
dejarás de sentirte culpable por haberla convertido en lo que es.
(MERCÁN los observa con una nube en sus ojos. Primero se oscurece
la escena y después la luz que cae sobre ellos. Cuando las sombras los