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IRENE.- (A MATEO.) ¡Por aquí, sígueme!
(MATEO rectifica su salida y corre tras la joven.)
MERCÁN.- (Nuevamente al teléfono.) ¿Lerroux? (...) Sí, soy yo (con
disgusto) el dragón acuático. No, escucha tú: me habéis despojado del
monopolio de tabacos en las plazas africanas, pero si también vais a
procesarme, no voy a permanecer callado. Ya sabes a lo que me
refiero. (...) Sí, es una amenaza. Ya sé que mientras tú estés en el go-
bierno, estoy a salvo, pero España es un país de cesantes. Mañana
recibirás copia de los documentos. Tú eliges.
(Cuelga con resolución.)
(Taller clandestino en un sótano. Paquetes de octavillas y carteles.
Entra IRENE seguida de MATEO.)
IRENE.- Esperaremos aquí hasta que los guardias desistan.
(MATEO ojea los folletos y los lee en voz alta.)
MATEO.- «¡Viva el comunismo libertario!». «¡Abajo la opresión
sofocante de los corruptores de la verdad!».
IRENE.- Pon más energía, como antes, cuando inflamabas el aire.
MATEO.- Hablas raro.
IRENE.- Hablo bien.
MATEO.- ¿Ah, sí? ¿Qué quiere decir «opresión sofocante»?
IRENE.- Que los curas nos joden la vida.
MATEO.- ¿Y por qué no lo has dicho así?
IRENE.- Las palabras también educan.