25
(En el exterior, IRENE, se acerca a MATEO y se miran con un
extraño brillo en sus ojos. Ella tiene una mirada irreverente que a
veces se desnudará para mostrar su indefensión.)
MERCÁN.- (Habla por teléfono.)... no me has entendido: quiero la
exclusividad en los amarres, no importa el dinero... ¿Públicos? Sí ¿y
qué?... Pues me los cambias por terrenos para hospitales y así nadie te
lo reprochará. ¿No eres el Alcalde? (Ominoso.) ¿Y no quieres seguir
siéndolo?
MATEO.- ¡Ni Dios ni amo!
IRENE.- ¡Cada convento es un conspiración contra la democracia.
Hay que liberar la enseñanza y la cultura de la opresión sofocante del
catolicismo! ¡Mueran los corruptores de la verdad!
(MATEO mira a IRENE, extrañado por su discurso casi ininteligible
para él.)
(IRENE arroja una piedra contra una ventana, supuestamente situada
en el patio de butacas. Se rompe el cristal del despacho de MERCÁN.)
VILLANUEVA.- (Agachándose.) ¡Dios mío!
MERCÁN.- (Sin inmutarse.) ¿Tiene miedo?
VILLANUEVA.- ¡Sí!
(MERCÁN enciende un puro e íntimamente satisfecho por el ejemplo
que le proporciona la vida para afirmar su teoría, fuma con delectación
morosa, pretendiendo eternizar la sensualidad del vicio.)
MERCÁN.- ¡El terror!
(Se oyen disparos, gritos, silbatos de la policía y galope de caballos.
Los incendiarios huyen.)