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MATEO.- Te excitas sólo con recordado. Putita burguesa.
IRENE.- ¡No soy... burguesa! Y tampoco putita. Soy puta, la gran
puta de la puta revolución. Tómame ya, incendiario de mierda y no
hables tanto.
(Ella le besa ferozmente en la boca.)
MATEO.- (Divertido.) ¡Estás loca! ¿Ahora?
IRENE.- Mañana podríamos estar muertos. Ahora, ahora y aquí, en el
suelo.
(Tira los panfletos de la mesa y luego se recuesta excitada y excitante
en el suelo sobre ellos, arrastrando a MATEO en su delirio sexual.)
Revuélcame sobre los panfletos, quiero que se me impriman en la piel
sus llamadas a la revolución, quiero ser un panfleto vivo, imprímeme,
seré un grito desesperado, una llama inextinguible, un...
(MATEO, por un momento la inmoviliza. Ella calla, sorprendida.)
MATEO.- ¿De dónde sacas tanta energía?
(IRENE jadea y finalmente dice entre dientes, perdida por un instante
la mirada:)
IRENE.- ¡De mi odio!
(MATEO ríe y la posee bestialmente al grito de consignas,
comprobando que con cada grito ella se excita aún más.)
MATEO.- ¡Muera el capital!
IRENE.- ¡Sí, sí!¡
MATEO.- ¡Revolución! ¡Muerte a los fascistas!