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MATEO.- Paga un buen sueldo a un obrero y adquirirá los vicios de
los señoritos.
IRENE.- ¿Y si piensas así por qué haces lucha obrera?
MATEO.- ¿Y si tú eres parte del capital que se alía con la Iglesia por
qué quemas conventos?
IRENE.- No soy...
MATEO.- Eres una burguesita aburrida que busca el peligro para
divertirse.
IRENE.- ¡Eres odioso!
(Intenta darle un bofetón. MATEO le detiene el brazo y la atrae contra
su pecho, inmovilizándola.)
MATEO.- Te humedeces cada vez que me oyes gritar consignas
revolucionarias.
IRENE.- ¡No seas tan grosero!
MATEO.- Ni tú tan cursi y tan hipócrita. Te gusta más el roce de un
panfleto que un buen sobe de mi mano.
(Coge un panfleto y se lo pasa por la entrepierna.)
IRENE.- (Sin convicción.) ¡Mentira!
MATEO.- Te he hecho mía en el convento.
IRENE.- (Abrazándose a él.) Sí, ¿y qué?
MATEO.- Entre las momias de las monjas, con el fuego rodeándonos
y la policía a punto de llegar, me dijiste...
IRENE.- (Desafiante.) ¡Tómame! Eso te dije, ¿y qué?
(Se le ofrece. Él ríe.)