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MATEO.- Pues hazte maestra.
IRENE.- Ya lo soy. Pero no te alarmes, también sé freír huevos.
MATEO.- Yo sólo...
IRENE.- ¿Vas a decirme ahora que busque marido para que me haga
hijos? ¿Quieres que sea previsora como la hormiga, laboriosa como la
abeja?
MATEO.- ¡Cómo se nota que eres señorita de cuchara!
IRENE.- Tú debes de ser de los que piden doma para que la mujer
obedezca con pasividad.
MATEO.- ¡Y tú debes de ser una de esas que quieren votar igual que
los hombres!
IRENE.- Las mujeres votarán lo que les diga la Iglesia. Por eso me
gusta quemar iglesias... aunque quemar el Banco de España estaría
mejor.
(MATEO ríe.)
MATEO.- Tienes lo que hay que tener.
IRENE.- Una enciclopedia y una pistola.
MATEO.- Me refería a...
IRENE.- Sé a lo que te referías y en «eso», no nos diferenciamos
mucho, aunque tú seas un hombre y yo una débil mujer.
MATEO.- No eres débil.
IRENE.- Ni tú obrero. Esas manos te delatan.